jueves, 25 de octubre de 2012

Sentimientos de Ausente


Y para balancear el asunto en cuanto a género debo incluir también algo de Sor Juana Inés de la Cruz, mi poetisa mexicana favorita de todos los tiempos. Fue una mujer que exploró sus ideas y talento durante una época donde muy pocas mujeres podían hacerlo. Su nombre verdadero era Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana y nació el 12 de noviembre de 1651. Desde muy chica mostró especial talento pues aprendió a leer a los tres años y  aprendió latín muy joven para obtener acceso a obras literarias y beneficiarse con educación a los cuales las mujeres de su época no podían aspirar, entró a un convento a la edad de 16 años donde se esperaba que dedicara su tiempo a la oración y meditación pero Sor Juana, con sus ideas y talento, decidió explorar el mundo de las ideas por medio de la lectura, la conversación y también la escritura. Escribió ensayos sobre religión, poemas amorosos, comedias y una reflexión sobre su vida. Su curiosidad y su capacidad intelectual le trajo la enemistad de las autoridades de la Iglesia. Eventualmente fue castigada y obligada a renunciar a todos sus libros y hacer lo que la sociedad esperaba de alguien como ella. Sor Juana murió en 1695 después de ayudar a unas monjas enfermas durante una epidemia de plaga, pero se dice que se dejó morir de tristeza. De su basta obra comparto uno de mis poemas favoritos.

Sentimientos de Ausente
Por Sor Juana Inés de la Cruz

Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas quejas,
Pues del viento las fío,
Que breve las conduzca a tus orejas,
Si no se desvanece el triste acento
Como mis esperanzas en el viento.

Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.

Si del campo te agradas,
Goza de sus frescuras venturosas
Sin que aquestas cansadas
Lágrimas te detengan enfadosas;
Que en él verás, si atento te entretienes
Ejemplo de mis males y mis bienes.

Si al arroyo parlero
Ves, galán de las flores en el prado,
Que amante y lisonjero
A cuantas mira intima su cuidado,
En su corriente mi dolor te avisa
Que a costa de mi llanto tiene risa.

Si ves que triste llora
Su esperanza marchita, en ramo verde,
Tórtola gemidora,
En él y en ella mi dolor te acuerde,
Que imitan con verdor y con lamento,
Él mi esperanza y ella mi tormento.

Si la flor delicada,
Si la peña, que altiva no consiente
Del tiempo ser hollada,
Ambas me imitan, aunque variamente,
Ya con fragilidad, ya con dureza,
Mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.

Si ves el ciervo herido
Que baja por el monte, acelerado
Buscando dolorido
Alivio del mal en un arroyo helado,
Y sediento al cristal se precipita,
No en el alivio en el dolor me imita,

Si la liebre encogida
Huye medrosa de los galgos fieros,
Y por salvar la vida
No deja estampa de los pies ligeros,
Tal mi esperanza en dudas y recelos
Se ve acosa de villanos celos.

Si ves el cielo claro,
Tal es la sencillez del alma mía;
Y si, de luz avaro,
De tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.

Así que, Fabio amado
Saber puede mis males sin costarte
La noticia cuidado,
Pues puedes de los campos informarte;
Y pues yo a todo mi dolor ajusto,
Saber mi pena sin dejar tu gusto.
Mas ¿cuándo ¡ay gloria mía!
Mereceré gozar tu luz serena?

¿cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?

¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?

¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿y cuándo yo dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
Que tanto ha de penar quien goza tanto.

¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
Lo que no cabe en todo lo sentido.

Ven, pues, mi prenda amada,
Que ya fallece mi cansada vida
De esta ausencia pesada;
Ven, pues, que mientras tarda tu venida,
Aunque me cueste su verdor enojos,
Regaré mi esperanza con mis ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario